Noticias Campo de Gibraltar
29 septiembre 2025
29 septiembre 2025

EL TORNAVIAJE DEL PATACHE SAN LUCAS (MIGUEL CHICÓN)

Ya hemos comentado que el Tornaviaje por excelencia es el realizado y documentado por Andrés de Urdaneta a bordo del Galeón San Pedro, cuando completa el viaje de regreso desde Filipinas hasta Acapulco, sentando las bases del Galeón de Manila. También habíamos señalado que, dos meses antes que Urdaneta, el nueve de agosto de 1565, había arribado al puerto de Navidad el patache San Lucas, al mando de Alonso de Arellano y con el mulato Lope Martín de piloto, quienes se habían apartado del grueso de la expedición el primer día de diciembre de 1564, poco tiempo después de su partida desde Nueva España. El descrédito que se da a la narración del regreso del patache San Lucas, a raíz del pleito interpuesto por el propio Urdaneta, es digno de ser analizado.

El patache San Lucas era la más pequeña de las embarcaciones que formaban parte de la expedición de Legazpi y Urdaneta. De solo cuarenta toneladas y una única cubierta, estaba dotado de dos palos y bauprés. Su eslora no alcanzaba los catorce metros. La manga era de tres metros y medio. El árbol mayor no llegaba a los doce y casi diez tenía el trinquete. Disponía de remos y su armamento lo componían arcabuces y un verso. Su tripulación era de veinte hombres. Al ser de porte mucho más ligero que los galeones, su misión principal era la de servir de “escampavía”, es decir, de enlace entre los demás barcos. Evidentemente su capacidad de carga era mínima, por lo que no podían disponer de muchas provisiones ni agua pero, como contrapartida, su velocidad era mucho mayor que la del resto.

Poco después de zarpar junto con el resto de la Armada de Legazpi, este ya le había llamado la atención: no debía separarse de la flota más de media legua. Arellano le contesta que, de la forma en que se le obliga a navegar, encapilla mucha agua. Así que se va separando del grueso de la formación hasta que se le pierde de vista. El mismo Arellano escribe: “…nos comenzó á cargar el tiempo por el Nordeste que hacia tomar las Velas de Gavia á las Naos, y primero día de Diciembre en la noche, fué tanto el viento que nos hizo ir al Sudueste, por que nos ivamos anegando, y no podiamos poner el costado á la mar, por ser como era el Navio muy pequeño y raso…y la mar mucha…”

Pero las instrucciones que había leído Legazpi eran claras: “…navegar al hueste quarta al sudoeste hasta ponerse en la altura de los nueve grados, y de allí corran derechamente en busca de Las Islas Filipinas al hueste…y por esta derrota seguirán siempre al Capitán y su farol…”  También había dado instrucciones de que, si alguno se perdía, al topar con la primera isla debían esperar diez días y, caso de que no llegase el resto, continuar navegando, siempre dejando señales (una cruz de madera y una botija enterrada en las proximidades, con una carta en su interior) en cada isla en la que fuesen recalando.

Es curioso que las narraciones del piloto Lope Martín y la de los pilotos del resto de la flota coincidan, solo en parte, en que no pueden observar el sol durante varios días. El patache San Lucas dice que no puede observarlo durante veinte días. El resto sí puede tomar la latitud algunos de ellos. Arellano y Martín llegan a la conclusión de que la flota les ha adelantado. Pero esta hipótesis no deja de ser algo contradictoria con las características del patache, que es mucho más rápido que el resto de la Armada.

Una vez llegados a Filipinas, toman la decisión, por consejo de Martín, de regresar a Nueva España cuanto antes y sin esperar al resto de la expedición, aduciendo que no la encuentran. Beneficiándose de las condiciones meteorológicas de navegar más hacia el norte, llegan al puerto de Navidad el nueve de agosto de 1565 e, inmediatamente, escriben una carta al Rey explicando su hazaña y atribuyéndose el descubrimiento del Tornaviaje. A la llegada de Urdaneta a Acapulco dos meses más tarde, este presenta un pleito contra Arellano y Martín, informando de su deserción y deslealtad. El tribunal concluye que la culpa recae, principalmente, sobre Lope Martín. La semilla del amotinamiento del San Jerónimo está sembrada…

Si embargo, el que una embarcación a vela, de menos de quince metros de eslora, tripulada por veinte hombres y sin apenas provisiones, sea capaz de cruzar el Pacífico en ambas direcciones, no deja de parecerme una increíble proeza.

Miguel F. Chicón Rodríguez  (Capitán de la marina mercante)

(Nacido en Tánger en 1960, sus vivencias personales a ambos lados del Estrecho, especialmente Algeciras, ciudad donde también residió, y las recurrentes travesías del Estrecho de Gibraltar realizadas siendo niño le dejaron un poso que le llevó a cursar, años más tarde, estudios de capitán de la marina mercante en Palma y Barcelona. Desde 1978 hasta 1994 navegó como oficial en buques petroleros; en barcos frigoríficos; como alférez de fragata en la Armada española, y al mando de buques de pasaje, tipo ferry y embarcaciones de alta velocidad. Por último, ejerció como jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Palma desde 1996 hasta 2022)

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