Noticias Campo de Gibraltar
12 septiembre 2024
12 septiembre 2024

BARBEROS, CIRUJANOS Y MÉDICOS «IN MEMORIAM» MERCHE (M. CHICÓN)

Caronte: el barquero de Hades, encargado de barquear a los difuntos recientes de una orilla a la otra del río Aqueronte a cambio de una moneda.

La salud a bordo siempre fue un asunto que causó numerosos problemas en los buques que surcaban la mar, sobre todo a partir de que la duración de los viajes se alargase en las Carreras de Indias o del Pacífico. La aparición de enfermedades desconocidas hasta ese momento no hizo sino agravar la situación. Al principio, la salud de los embarcados era vigilada por los barberos, que no solo se encargaban de la higiene de a bordo, sino que también practicaban sangrías, torniquetes y demás sanaciones que considerasen oportunas.

Es evidente que la formación de estos barberos dejaba bastante que desear; muchas de sus prácticas desembocaban en el fallecimiento de los pacientes tratados, circunstancia que se hace evidente a los mandos de la flota. De tal modo que, ya en el siglo XVI pero, sobre todo, a partir del XVII, se empieza a exigir que las personas que embarquen a bordo de los buques de la Armada Real y de los buques mercantes sean cirujanos examinados. A tal efecto se crean varias escuelas, como el Real Colegio de Cirugía de Nueva España, donde se forman a los cirujanos del mar. La palabra “cirujano” deriva de cirugía, cuyo origen es el griego cheirourgéia, que literalmente significa trabajo manual, es decir, el arte de curar con las manos. Los cirujanos del mar se encargaban de curar las heridas, llevar a cabo amputaciones, componer fracturas, y hacer toda clase de procedimientos quirúrgicos internos y externos. Por contrapartida, los médicos se dedicaban a la búsqueda de la cura para los padecimientos internos y no manipulaban el cuerpo, estando mejor considerados por entender que su formación era mayor. Sin embargo, los cirujanos eran mucho más apreciados en los buques y en los campos de batalla. Por Real Decreto, en 1617 se ordena que se cree la Cátedra de Cirugía y Anatomía en todas las Facultades de Medicina, por lo que la formación de los cirujanos va equiparándose a la de los médicos y, aparte de curar con las manos, también adquieren conocimientos sobre qué medicamentos usar para tratar las diferentes dolencias.

Cada médico-cirujano debía embarcar su propia caja de instrumentos, que eran a cuenta de la Real Hacienda, inspeccionados por el director de su Cuerpo y registrados por el comandante de la nao, por si hubiera pérdida o deterioro. Una vez se había hecho cargo de su buque, debía ir al hospital de su departamento a proveerse de las cajas de medicinas destinadas al mismo, medicinas que también eran registradas. Por la mañana y tarde reconocía a los enfermos, disponiendo si debían seguir de baja o se les daba el alta, dando cuenta al comandante. Si detectaba enfermedad contagiosa, determinaba el aislamiento del paciente y, si moría, su cadáver era arrojado al mar junto con todas sus pertenencias y cuanto hubiese estado en contacto con el enfermo. Llevaba registro y anotaciones de todos los pacientes y enfermedades que se detectaban, entregando estos informes a su llegada a tierra, para su divulgación. En caso de que se previera  batalla con barcos enemigos, debía estar al tanto de plan de combate, estableciendo la enfermería y preparando los utensilios y vendajes, para lo cual participaba en los simulacros de zafarrancho de combate. Su tratamiento a bordo era la de oficial, y tenía asignados sus sueldos en función de su jerarquía.

A pesar de que la presencia de los médicos-cirujanos a bordo mejoró notablemente la salud de las tripulaciones, su vida seguía siendo muy penosa. Nunca se estaba exento de que una tormenta, una batalla, una enfermedad o un accidente hiciera que se tuviesen que requerir los servicios de Caronte. Por eso, y para garantizar la travesía del río Aqueronte, en todos los barcos se colocaba una moneda bajo el palo mayor.

En realidad, con esa moneda se simboliza la rendición de cuentas de nuestras buenas obras antes de entrar en Hades. No hace mucho que una excelente médica, mejor persona y amiga, ha iniciado esa travesía. Sus bolsillos iban rebosantes de monedas. ¡Buena proa!

Miguel F. Chicón Rodríguez  (Capitán de la marina mercante)

(Nacido en Tánger en 1960, sus vivencias personales a ambos lados del Estrecho, especialmente Algeciras, ciudad donde también residió, y las recurrentes travesías del Estrecho de Gibraltar realizadas siendo niño le dejaron un poso que le llevó a cursar, años más tarde, estudios de capitán de la marina mercante en Palma y Barcelona. Desde 1978 hasta 1994 navegó como oficial en buques petroleros; en barcos frigoríficos; como alférez de fragata en la Armada española, y al mando de buques de pasaje, tipo ferry y embarcaciones de alta velocidad. Por último, ejerció como jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Palma desde 1996 hasta 2022)

Facebook
Twitter
LinkedIn
Telegram
WhatsApp
Email

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Actualmente no hay ninguna encuesta activa.

Noticias relacionadas

Este sitio web utiliza cookies para ofrecerle una mejor experiencia y servicio.

Este sitio web utiliza cookies para asegurarle una mejor experiencia y servicio.