El turismo va como un cohete y, sin embargo, esta semana nos encontramos con la noticia de la quiebra de uno de los grandes touroperadores. ¿Cómo son posibles ambas cosas al mismo tiempo? Pues de la misma forma que los grandes números de la economía española pintan en verde y los de la economía doméstica de muchos residentes en el país están en rojo. No son contradicciones, sino que son las dos caras de una misma realidad: un modelo económico que precisa una urgente revisión a fondo.
Vayamos con el turismo. Primero hay que subrayar que estamos ante la suspensión de pagos de un touroperador centrado en el mercado alemán, que es precisamente el que se ha reactivado con menor impulso tras la pandemia. Ya sea porque los alemanes son prudentes por naturaleza y conservadores en el gasto, o ya sea porque la proximidad del conflicto con Ucrania les ha hecho ser más temerosos, lo cierto es que ese país no ha compartido la fiebre turística de otros emisores, como ha sido el caso del Reino Unido. Añadamos a eso que tampoco el cambio climático está ayudando: los germanos están volviendo a sus playas porque ahora cuentan con un verano bastante más benigno y porque el invierno es algo menos crudo. Y esto va a ir a más sí o sí, porque la ciencia no engaña en estas cosas del impacto (y los destrozos) del ser humano en el clima.
Después está la evidencia de que el negocio tradicional de bajo coste turístico con un intermediario, tanto en su vertiente aérea como en la gestión del paquete vacacional, está tocando techo. La irrupción de las nuevas tecnologías, que facilitan el contacto entre el turista y el gestor del alojamiento, hace que el vendedor de paquetes vacacionales ya no sea la única opción posible para alguien que se va de vacaciones. Es más, corre el riesgo de convertirse en una alternativa minoritaria. A partir de esa realidad, también la tecnología ha hecho que todo aquel touroperador con elevados costes estructurales, ya sea en inmuebles o en personal, haya visto cómo en los últimos años los beneficios menguaban o sencillamente desaparecían.
Y todo eso debe servir de lección para que destinos como el nuestro vayan reduciendo su dependencia de esos gigantes de la touroperación. Doy por supuesto que decirlo es más fácil que hacerlo, pero a golpe de bofetadas vamos aprendiendo que no hay otra que reinventar el modelo. Ahora la prioridad es los empresarios alojativos no se encuentran con un agujero mayúsculo, pero mañana será estar prevenidos para nuevos sobresaltos.
Patricio González











