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24 abril 2024
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EL TORNAVIAJE (M. CHICÓN)

“…porque, según la mucha noticia que diz que teneis de las cosas de aquella tierra, … y ser cosmógrafo, sería de gran efeto que vos fuésedes en dichos navíos, así lo que toca a la dicha navegación, como para el servicio de Dios Nuestro Señor…” (Extracto de la carta de Felipe II a Fray Andrés de Urdaneta, septiembre de 1559)

El rey sigue empeñado en explorar las posibilidades de descubrir el Tornaviaje desde las Filipinas hasta Nueva España, con el principal fin de poder ampliar sus dominios y establecer contactos comerciales en toda la zona. Sabe que Andrés de Urdaneta es, tal vez, la única baza fiable para afrontar tal aventura con unas mínimas garantías de éxito, tras varias expediciones fracasadas. Para ello, remite una carta al virrey de Nueva España, Luis de Velasco, en junio de 1559, en la que le encarga la organización de una expedición, instruyéndole que haga acopio de todo lo necesario. Él mismo escribe a Urdaneta instándole a participar en ella. La premisa principal es la evangelización de los indígenas y no “entrar” en zona portuguesa. A instancias del propio Urdaneta, Velasco nombra jefe de la expedición a Miguel López de Legazpi, escribano mayor del ayuntamiento de México, ya que él no puede ostentar mando militar ni político, por ser religioso.

La primera controversia se manifiesta pronto. Urdaneta había indicado la conveniencia de construir y armar la flota en Acapulco, pero lo hacen en el Puerto de Navidad, donde la mano de obra y la materia prima es más escasa y costosa. Tras cinco largos años de preparaciones, una flota compuesta por cinco navíos está alistada para hacerse a la mar. Los galeones San Pedro y San Pablo, los pataches San Juan de Letrán y San Lucas, y el bergantín Espíritu Santo, dotadas de unos 350 hombres entre gente de mar y soldados, protegidos con piezas de artillería, arcabuces, pólvora y cargados de numerosas baratijas, se hacen a la mar desde Puerto de Navidad el 21 de noviembre de 1564, aprovechando el viento de levante favorable.

Poco después de la salida, Legazpi da lectura al pliego de las instrucciones de la Audiencia de México, poniéndose de manifiesto que dan preferencia a la colonización de las Filipinas e islas comarcanas en vez de a su evangelización, lo cual contraría a Urdaneta y a los agustinos que le acompañan. Sin embargo, obedece a Legazpi y se pone a su disposición. Poco después, el patache San Lucas, al mando Alonso de Arellano, se aparta de la flota y sigue su aventura en solitario, arribando a Filipinas a finales de enero de 1965 y permaneciendo tres meses en sus aguas. Regresa a puerto de Navidad a principios de agosto de 1565, dos meses antes que Urdaneta, pero aunque pueda considerarse una gran gesta, este tornaviaje es meramente anecdótico. Parte de su narración está plena de extrañas historias que siembran dudas sobre la veracidad de las crónicas y no se documenta como una opción factible.

Mientras tanto, el galeón San Pedro, al mando del nieto de Legazpi, Felipe de Salcedo, se prepara a conciencia para el viaje, siempre bajo la supervisión de Urdaneta, sin cuyo visto bueno no se toma una sola decisión. De esta forma, y aprovechando los vientos del monzón favorables, se hacen a la mar el 1 de junio de 1565. Las instrucciones del agustino son claras: ir ganando en latitud norte mientras navegan hacia el este. Al igual que Elcano en el Índico, Urdaneta traza una derrota muy aproximada a una ortodrómica, solo que en el Pacífico Norte, aprovechándose de la corriente de Kuroshio y de los vientos de componente oeste frutos del anticiclón permanente, que documenta de forma excelsa. Llegan discretamente a Acapulco el 1 de octubre, cuatro meses después de haber dejado Cebú, habiendo sufrido solo 16 bajas y amortizando todos los costes de la inversión. El camino está abierto. A partir de su documentación, se establece la primera línea regular conocida, el “Galeón de Manila” o “Galeón de la China”, que une las costas de México y Filipinas durante doscientos cincuenta años de forma ininterrumpida y discreta, para evitar piratas, transportando las tan ansiadas especias y otras mercancías desde China, el Maluco, Zipango y Filipinas hasta México y de aquí hasta España por el Atlántico.

El ruido no hace bien; el bien no hace ruido” Abrahán Zacut.

 

Miguel F. Chicón Rodríguez  (Capitán de la marina mercante)

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2 comentarios

  1. Hola Miguel, lo primero que he leído este año ha sido tu artículo. Enhorabuena y sigue adelante. ¡¡¡Feliz Año Nuevo!!!

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