Pailebot (pailebote): Goleta pequeña, sin gavias, muy rasa y fina. Del inglés “pilot’s boat”, bote del práctico. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Es curioso que el término “pilot’s boat”, que se empezó a utilizar para denominar a las ligeras y rápidas goletas americanas que se utilizaban por los prácticos de la época en los Estados Unidos, terminase por ser utilizado para definir a las goletas que se construyeron en el Mediterráneo desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, muchas de ellas en astilleros de la costa española.
Pero aún llama más la atención que, ya en el siglo XX, en pleno auge de los barcos propulsados a vapor, se siguiesen construyendo buques mercantes que navegasen exclusivamente a vela. Este es el caso del pailebote “Villa de San Antonio”, construido en Sant Antoni de Portmany y aparejado en Ibiza. Una preciosa goleta de 23,66 m de eslora, aparejada con dos árboles: trinquete y mayor, velas cangrejas y foques. El “Villa de San Antonio” fue fruto del esfuerzo de varios propietarios pero, sobre todo, de uno de ellos, que también era su patrón: D. José Torres Ferrer (Pep des Manyà)
Entró en servicio en 1919 y pronto se manifestó la buena mano de su patrón y de su tripulación. Sus finas formas, y un buen trimado, hacían que el “Villa de San Antonio” navegase elegantemente, levantando admiración, a la par que alguna que otra mirada de recelo en la competencia. La buena gestión de Pep hacía que no le faltasen fletes. Lo mismo transportaban algarroba o corteza de pino desde Ibiza, que traían todo tipo de mercancías desde los puertos de la península. Azúcar, maíz, harina, hierro, café, petróleo, aceite de oliva, madera, cemento… En definitiva, cualquier mercadería susceptible de ser transportada.
Y así, entre viaje y viaje, cargas y descargas, farragosos despachos de buque y numerosas travesías, algunas salpicadas de mal tiempo y otras más placenteras, transcurría la vida de estos hombres, que visitaban a sus familiares en aquellas escasas ocasiones en que arribaban a Ibiza y podían ir a dormir a sus casas. En el caso de Pep des Manyà, en que su familia vivía en Es Caló de Formentera, y aprovechando la “modernidad” del telégrafo, justo antes de la salida de puerto les enviaba un telegrama informando de la llegada prevista. La familia, siempre que podía, embarcaba a bordo de un llaüt y navegaba a vela desde Es Caló hasta Ibiza, para poder verle y pasar unos días, o tal vez solo unas horas, con él.
La tarde del viernes veinticuatro de abril de 1925, tras haber completado un buen y variado cargamento en Barcelona y haber despachado el barco, Pep da la orden soñada por todo marino: “¡Larga todo!”. El “Villa de San Antonio” queda libre, sin amarra alguna que lo una a tierra. Mientras dos hombres en el bote bogan con brío para remolcar el pailebot fuera de puerto, el resto se afana en izar y cazar las velas para aprovechar el viento lo mejor posible. La estampa del barco, con Montjuic al fondo, no se volverá a repetir. Unas brisas bonancibles les obsequian con una placentera travesía, tal vez algo más larga de lo que hubiesen deseado, pero que les permite disfrutar de una cómoda navegación. Navegan a algo menos de tres nudos y el cocinero puede cocinar buenos ranchos, que todos comen con deleite, mientras miran con impaciencia hacia proa. La madrugada del lunes veintisiete recalan al norte de Tagomago. Unas cuantas horas más y, por fin, podrán abrazar a sus seres queridos.
La recalada en el faro de Botafoc se produce ya por la mañana. Arrían el bote, que les remolca hasta el muelle, mientras el resto de la tripulación arrancha las velas. Por fin quedan amarrados en los muelles de Andenes de Poniente. La descarga se prevé que empiece el día siguiente. El barco queda arranchado y todos se van a abrazar a sus familias. Pep des Manyà echa un último vistazo a su “Villa de San Antonio”. Todo está en perfecto estado. Será la última vez que lo vea así.
A las pocas horas, ya de noche, Pep recibe la voz de alarma de que el pailebote está sufriendo un incendio. A pesar de los esfuerzos, el barco, que no dispone de seguro, se quema y hunde de madrugada. La carga está asegurada solo en parte. Poco puede salvarse. Nadie llega a explicarse con certeza cuál es el origen del incendio en un barco tan bien arranchado. A mediados de julio el “Villa de San Antonio” es desguazado. Triste final para tan hermoso pailebot.
Miguel F. Chicón Rodríguez (Capitán de la marina mercante)
(Nacido en Tánger en 1960, sus vivencias personales a ambos lados del Estrecho, especialmente Algeciras, ciudad donde también residió, y las recurrentes travesías del Estrecho de Gibraltar realizadas siendo niño le dejaron un poso que le llevó a cursar, años más tarde, estudios de capitán de la marina mercante en Palma y Barcelona. Desde 1978 hasta 1994 navegó como oficial en buques petroleros; en barcos frigoríficos; como alférez de fragata en la Armada española, y al mando de buques de pasaje, tipo ferry y embarcaciones de alta velocidad. Por último, ejerció como jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Palma desde 1996 hasta 2022)
Un comentario
Hola Miguel Félix, justo estaba escribiendo estos días una historia sobre el pailebote Villa de San Antonio, en concreto sobre el incendio, y me he encontrado de casualidad con la tuya. Hemos hablado muchas veces cuando coordinabas el centro de Salvamento Marítimo de Baleares. Me gustaría ponerme en contacto contigo por el artículo. Un saludo