Leader, neologismo procedente del mundo anglosajón, significa aquel que conduce, que dirige. Históricamente se ha concebido al líder como un ejemplo para sus conciudadanos, el que mejor sabía resolver los problemas, el más sabio, incluso el más virtuoso. Actualmente, los líderes políticos no destacan por su sabiduría o virtuosismo sino por su demagogia, su falta de escrúpulos y de fidelidad en sus convicciones.
El ex presidente Maura sigue encarnando la figura del verdadero líder, incapaz de practicar una política personalista. El otro modelo de líder es aquel que sustituye su responsabilidad por el sentimentalismo, instaurando un mecanismo donde los ciudadanos se identifican con él como si fuese un Dios dirigiéndoles como un rebaño de ovejas.
Hoy en día, alguno de nuestros líderes políticos más cercanos conquistan el éxito mediante el llamamiento a la imaginación y a la sensibilidad, constituyendo el único objeto constante de su juego. Hacen una política desbordante de demagogia subversiva.
Necesitamos líderes políticos que destaquen por su excelencia y ejemplaridad, de los cuales podamos aprender y no aquellos que busquen su propio provecho, perturbando la democracia y la normalidad política de un pueblo libre.
Sólo un político capaz de concebir un Estado dentro de una nación unida puede ser un verdadero líder, dispuesto a gobernar con «luz y taquígrafos» y que desde la más estricta legalidad, lleve a cabo las necesarias reformas.
2 comentarios
Quitar los políticos corruptos del medio a la carse con todos
Muy interesante.
Excepcional.