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25 abril 2024
25 abril 2024

Elena Sáez Arjona: PROMESAS INCUMPLIDAS

Se acerca el periodo de la campaña electoral en los municipios. Periodo en el que los políticos prometen y prometen y después vuelven a prometer con el fin de conseguir el voto del electorado. La mayoría de promesas electorales se anuncian sin intención alguna de hacerlas realidad, pero por suerte para algunos candidatos, en nuestro país no se reclaman los términos del contrato formalizado en sus programas electorales.

En política lo importante no es aquello que se promete sino aquello que se cumple. Por dicha razón, es necesaria una mayor exigencia de la ciudadanía a fin de conseguir un mayor grado de compromiso y responsabilidad de los representantes políticos. Algunos han ido perdiendo el respeto al votante porque este les vuelve a votar a pesar de los incumplimientos. Y es que, hacer soñar a los ciudadanos e ilusionarlos con proyectos sabiendo que luego no los van a cumplir, se ha convertido en el principal modus operandi de algunos dirigentes. La perfecta previsión para ganar es disponerse a entregarlo todo en el día presente, pero no sirve de nada prometer en el eterno “corto o medio plazo” si luego no lo cumples. La aplicación del principio de la navaja de Ockham implica que si no hay demostración de algo, ese algo no existe.

Es común en campaña electoral que algunos representantes de nuestros municipios prometan aquello que no piensan cumplir, “vendiendo la moto” con el fin de conseguir reconocimiento social. Unos utilizan afirmaciones confianzudas como: «quiero seguir mejorando tu vida»; otros lanzan mensajes en su programa electoral como: «ha llegado la hora de los que no nos conformamos». Al fin y a la postre, se conforman pactando, a la primera de cambio, con tal de llegar al poder. Se trata de convencer a la ciudadanía de que esta vez sí van a cumplir, de tratar de arreglar los problemas de la ciudad con promesas y no con soluciones; en definitiva, de prometer durante un año que van a llevar a cabo todo lo que no han sido capaz de realizar en una o incluso en varias legislaturas.

Todo esto recuerda a aquella fábula de Esopo llamada El fanfarrón que narra la historia de un atleta que era muy conocido de sus conciudadanos por su debilidad y partió un día para tierras lejanas. Volvió después de algún tiempo anunciando a todos sus grandes hazañas en distintos países. Contaba con especial esmero lo que había hecho: –¡Teníais que haberme visto en Rodas! Di un salto tan grande que todos me ovacionaron con fuerza. Un salto que ningún otro atleta había conseguido dar jamás. Las gradas se pusieron en pie y comenzaron a gritar mi nombre. Fue algo muy emocionante. Me colmaron a felicitaciones. El hombre añadió además que tenía testigos en Rodas por si alguien los pedía y uno de los oyentes tomó la palabra y le dijo: –Oye amigo, si eso es cierto, no necesitamos testigos; esto es Rodas, da ese salto y muéstralo.

Esta corta fábula enseña que hay que proceder sin hipocresía, que si no se puede probar lo que se está diciendo, es como si no se dijera nada. La política, en su sentido pleno, no consiste en predicar como los propagandistas, ni en vaticinar como los visionarios; por encima de todo, la política es hacer. Político que no hace, que no cumple sus compromisos, no es político. Un buen líder debe hacer un ejercicio de honestidad y sinceridad, sin buscar el provecho de ninguna causa parcial sino anteponiendo los intereses de la ciudadanía a los propios.

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