Es evidente que los primeros cristianos estaban mucho más interesados en los mensajes y los hechos relevantes que rodearon la vida de Jesús de Nazaret que en fijar con exactitud las fechas en que tuvieron lugar.
De hecho, las fechas siguen siendo intranscendentes para la fe cristiana, aunque siempre tengan un cierto interés desde el punto de vista del mejor conocimiento del Jesús histórico.
Por ello, desde la veneración que confieso tener por Jesucristo, pero también desde el rigor histórico, me atrevo a dar mi opinión personal sobre la controvertida cuestión de la fecha en que fue crucificado.
Sabemos por los evangelios y los historiadores romanos que Cristo fue crucificado durante el mandato de Poncio Pilato, que fue gobernador de Judea entre los años 26 y 36.
También sabemos con certeza, por el evangelio de San Juan, que su ejecución tuvo lugar en viernes y el día 14 del mes de Nisán, lo que nos reduce la cuestión a solo dos fechas posibles: el 7 de abril del año 30 o el 3 de abril del año 33.
En el evangelio de San Lucas, también podemos encontrar otra fecha de cierta relevancia. Jesús de Nazaret fue bautizado por su pariente Juan el Bautista “en el año 15 del imperio de Tiberio César”, o lo que es lo mismo en el año 30 de nuestra Era.
Así que volviendo con San Juan que nos dice que su predicación duró tres años, la fecha aparentemente más plausible es el 3 de abril del año 33.
Tampoco la hora de la crucifixión debería de generar mucha controversia, ya que el relato de San Marcos “era la hora tercia cuando le crucificaron” y el de San Juan “era el día de preparación de la Pascua, casi la hora sexta”, en realidad no son contradictorios.
Para los judíos y los romanos el cambio de día se producía a la puesta del Sol, y tenían dos horarios, uno que repartía el tiempo de luz en cuatro partes llamadas vigilias (prima, tertia, sexta, nona) y otro que repartía ese tiempo en doce, cada dos horas actuales (prima, secunda, tertia, cuarta, quinta, sexta, etc).
Por lo tanto, San Marcos y San Juan, usan dos horarios distintos pero válidos, y sobre todo coincidentes: las doce de la mañana del actual horario solar que tenemos establecido en Occidente.
La crítica científica también nos aporta un dato relevante a favor de la fecha del año 33, Humphereys y Walddington, dos reconocidos catedráticos de Oxford, han determinado que el 3 de Abril de ese año, a las 18,20 horas, se produjo un eclipse de Luna visible sobre Jerusalén, en el que la parte oscurecida y rojiza de la Luna tuvo que asemejarse a un montículo brillante que iría aumentando de tamaño, para más tarde adquirir matices naranja y amarillentos. Lo que sin duda debió de causar una profunda consternación en toda la ciudad y provocar el conocido informe de Pilato de que la “luz de la Luna se volvió de un rojo sangre”.
En cualquier caso, en el año 1933, el Papa Pío XI ya mandó celebrar el XIX centenario de la muerte de Jesús, lo que hizo mediante la Constitución apostólica Quod nuper, optando por el año 33 como la fecha más probable.
Y conste que como decía al principio, para la fe cristiana es irrelevante si Jesús fue crucificado en el año 30 o el 33, pero los apasionados de la historia, como es mi caso, no podemos dejar cabos sueltos en unos tiempos en los que algunos impresentables, como JJ Benítez, ganan millones inventándose un Cristo extraterrestre o el afamado Dan Brown lo convierte en genearca de la dinastía merovingia.
LUIS ÁNGEL FERNÁNDEZ (27-03-21)
