Pues parece que al final Teresa Ribera será comisaria europea, nada menos que la número dos del Ejecutivo comunitario. Al final, un acuerdo entre populares europeos, socialistas y liberales ha desbloqueado el conjunto de nombramientos, incluyendo en el acuerdo que la italiana Meloni tenga su comisario y que hasta Orban cuente con el suyo, aunque con una cartera competencial recortada.
El veto del Partido Popular a Ribera complicó que Ursula von der Leyen contase con el colegio de comisarios que se había pactado inicialmente. Nos encontramos entonces con una situación sin precedentes y que ayudó a incrementar el desgaste de la UE como espacio común en el que teóricamente se aparcan los intereses de cada país en beneficio de un proyecto conjunto. Finalmente el PP europeo deja solo al español, si bien también los socialistas se han visto obligados a olvidar una línea roja que ellos habían marcado: llegar a un acuerdo con la ultraderecha o, si no directamente, sí con los populares como interlocutores.
Eso no quita para destacar que también el Partido Socialista y la propia Teresa Ribera han cometido errores. El primero fue presentarla como candidata al Parlamento Europeo para que, a las primeras de cambio, no recogiera el acta ganada en las urnas. De esa forma, Ribera se mantuvo en el Gobierno de España por si no le salía bien lo de ser vicepresidenta y comisaria europea. Esa interinidad en el Ejecutivo no era de recibo, como tampoco acertó Ribera al mantenerse alejada de Valencia y la tragedia por la DANA. En los momentos críticos, los detalles cuentan mucho más que en las jornadas ‘normales’ y por eso mismo tuvo que haberse desplazado a Valencia.
Dicho lo anterior, un país tiene que alegrarse de que uno de los suyos tenga un puesto relevante en un organismo internacional que, además, afecta a las políticas a aplicar en el Estado de origen. Eso vale para Ribera igual que valió para Manuel Marín, Abel Matutes, Marcelino Oreja, Loyola de Palacio, Pedro Solbes, Joaquín Almunia, Arias Cañete y Borrell, esto es, hombres y mujeres del PP y del PSOE que tuvieron cartera en la Comisión. Lo mismo cabe decir de Luis de Guindos en el BCE o Nadia Calviño en el BEI. Salvando las comparaciones, esto es como el que no se enorgullece de un futbolista español de élite si este milita en un club extranjero.
Cuando Ribera asuma la cartera europea, lo que toca es reclamarle que eche una mano. Y, ya puestos, que vaya a Valencia.
Patricio González