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25 diciembre 2025
25 diciembre 2025

LA BITÁCORA (MIGUEL CHICÓN)

Bitácora: f. Mar. Caja a modo de armario, fija a la cubierta e inmediata al timón, en que se pone la aguja de marear. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

La palabra bitácora deriva del francés habitacle y ésta, a su vez, del latín habitaculum, que significa casa pequeña o habitáculo. El uso de este armario empieza a hacerse imprescindible en las naos, cocas, galeras, galeones y demás barcos de la época, teniendo en cuenta que las cubiertas son despejadas y apenas si tienen abrigo para, de alguna forma, proteger los instrumentos de los que se ayudan los mareantes, sobre todo el compás magnético, que se guarda en las bitácoras, cerca de donde se ubica el piloto y los timoneles, junto con el resto de instrumentos. Incluso se le dota de luz, para que pueda verse el rumbo, y de una línea de fe para tener la referencia de la proa. Y un libro, donde deben quedar anotadas todas las incidencias que se van sucediendo durante la travesía. Ese libro es el cuaderno de bitácora, donde los pilotos deben registrar las posiciones, las condiciones meteorológicas, los rumbos que deben hacerse y todos los acaecimientos de la navegación.

Pero lo que empieza siendo un sencillo armario, cuya función es proteger de las inclemencias de la mar la aguja de marear, los instrumentos de navegación y el cuaderno de bitácora, adquiere una función bastante más específica y su peculiar fisonomía desde el momento en que se detecta que el compás magnético sufre desviaciones. El primero en detectar estos desvíos es el portugués Joao de Castro que, a principios del siglo XVI, se percata de que la proximidad de los cañones hace que los compases se desvíen, no señalen el norte magnético con la precisión requerida y la aguja se vuelva “perezosa”. Pero no es tan fácil aislar la aguja de los diferentes elementos metálicos que se encuentran a bordo. Máxime cuando se empiezan a construir barcos de acero y llegan los motores. Es prácticamente imposible que el compás no se vea influenciado por el magnetismo de a bordo, por muy de madera que sea la bitácora donde va instalada.

La experiencia de muchos navegantes y científicos hace que el originario mueble vaya adquiriendo esa peculiar forma que conocemos y en el que solo se instala el compás. Ya en el siglo XIX, William Thomsom, el Barón Kelvin, rediseña las bitácoras dotándolas de dos esferas de hierro dulce ubicadas a cada banda del compás, que son llamadas las “Kelvin’s balls” en su honor. Estas esferas ayudan a minimizar los desvíos cuadrantales causados por los componentes metálicos de a bordo. Pero no es suficiente, y el navegante Matthew Flinders diseña una barra de hierro, que se ubica a proa de la bitácora y corrige el magnetismo accidental. Poco a poco se van introduciendo más componentes de acero, que se ubican en alojamientos específicos, longitudinales y transversales. Incluso se utilizan imanes verticales, colocados en una caja de latón que se sitúa bajo el compás, para minimizar los desvíos que pueden llegar a provocar las escoras durante la navegación. También se tiene muy en cuenta el paso de los cables eléctricos que afectan al compás. Si todos estos componentes están bien instalados, es posible compensar casi todos los desvíos. Pero siempre quedará alguno residual. Para eso se elabora la tablilla de desvíos, calculada por el mismo compensador de agujas, marino profesional, que debe estar a disposición del piloto durante la navegación.

¿Y el cuaderno de bitácora? Una vez que los barcos empiezan a tener puentes de mando, que protegen de las inclemencias al personal de guardia, el libro donde se anotan todos los acaecimientos, los datos meteorológicos, los rumbos y todo lo que deba ser registrado, se sitúa en el mismo lugar donde se disponen las cartas de navegación y cuantas publicaciones e instrumentos son necesarios para ayudar al piloto en el desempeño de sus funciones. En algunos barcos se crea la derrota, justo a popa del puente, donde van estibados todos estos elementos. Y la bitácora se suele instalar en la cubierta de la magistral, sobre el puente de mando, accediendo visualmente al compás mediante un sistema de espejos, a modo de periscopio, situado a la vista del timonel.

“…Año tras año, viaje tras viaje, se repiten, se reiteran las frases, las palabras, los conceptos, las preocupaciones…”  Cuaderno de Bitácora. Pedro de Escalante y Huidobro.

Miguel F. Chicón Rodríguez  (Capitán de la marina mercante)

(Nacido en Tánger en 1960, sus vivencias personales a ambos lados del Estrecho, especialmente Algeciras, ciudad donde también residió, y las recurrentes travesías del Estrecho de Gibraltar realizadas siendo niño le dejaron un poso que le llevó a cursar, años más tarde, estudios de capitán de la marina mercante en Palma y Barcelona. Desde 1978 hasta 1994 navegó como oficial en buques petroleros; en barcos frigoríficos; como alférez de fragata en la Armada española, y al mando de buques de pasaje, tipo ferry y embarcaciones de alta velocidad. Por último, ejerció como jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Palma desde 1996 hasta 2022)

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