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25 abril 2024
25 abril 2024

LA PESTE DE LAS NAOS (M. CHICÓN)

“Todo pasajero que quisiere purgar el vientre y hacer algo de su persona, es le forzoso de ir a las letrinas de proa y arrimarse a una ballestera; y lo que sin vergüenza no se puede decir, ni mucho menos hacer tan públicamente, le han de ver todos asentado en la necesaria como le vieron comer a la mesa” Fray Antonio de Guevara

Ya hemos comentado en alguna ocasión lo penosa que resultaba la vida a bordo de una nao, máxime cuando se hacían rutas transoceánicas como las del Galeón de Manila, que se alargaban meses. El poco espacio disponible debía ser compartido con los animales vivos que se transportaban. La proliferación de ratas, lirones, cucarachas, chinches, piojos, la falta de higiene, el hacinamiento y, sobre todo, la mala dieta, causaron estragos en todos los navíos de la época. No había travesía en que no falleciese alguno de los pasajeros o de los tripulantes. Sus cuerpos eran arrojados a la mar, con mayor, menor o nula ceremoniosidad en función de la alcurnia del finado.

Pero, tal vez, lo más temible de todo era la aparición de la “peste de las naos”, “peste del mar” para los ingleses o “mal de Loanda” para los portugueses: el escorbuto, avitaminosis producida por la falta de vitamina C, consecuencia de la nula ingesta de frutas y verduras en travesías tan largas. De hecho, se produjeron más muertes por escorbuto que por batallas o naufragios.

Los tratamientos contra el escorbuto llegaron a ser de lo más variopinto: desde el lavado de las encías y dientes con la orina o con agua de mar, hasta la ingesta de mostaza, pasando por ácido fosfórico,  coles fermentadas, cuyo aporte de vitamina C es prácticamente nulo. En todo caso no se llegó a dar con una solución documentada hasta bien entrado el siglo XIX. Se atribuye al médico de la marina inglesa James Lindt el primer estudio serio sobre la enfermedad a mediados del siglo XVIII, quien experimentó con varios grupos de marinos enfermos de escorbuto. Solo los que tomaron zumo de naranja, limón o lima evolucionaron favorablemente de la enfermedad. Pero ¿cómo transportar naranjas, limones, limas o sus zumos sin que se echasen a perder? Uno de los discípulos de Lindt descubrió que añadiendo algo de alcohol destilado al zumo (ron o ginebra), este conservaba sus propiedades. Desde entonces el Almirantazgo introdujo como obligatorio, en la dieta de los marinos, la ingesta de veintiún centímetros cúbicos diarios de esta mezcla y, desde entonces, a los marinos ingleses se les conoció como “limeys”.

Pero ¿cómo llega Lindt a plantearse el uso de cítricos en su experimento? Máxime cuando son tan escasos en su país. Como buen estudioso que debía ser, es más que probable que a sus manos cayera un estudio realizado nada menos que dos siglos antes por Fray Agustín Farfán, perteneciente a la misma orden que Andrés de Urdaneta, y que recogió en su día la Revista General de Marina: “Tratado breve de Mediçina, y de todas las enfermedades que a cada passo se ofrecen…”, impreso en Nueva España y en el cual ya se recomienda el uso de naranjas y limones para el tratamiento del escorbuto. Doctor en medicina por la Universidad de México, ingresa en la Orden de los Agustinos tras enviudar. Este tratado tiene tanto éxito que es incluso reeditado tras su muerte. Es evidente que Agustín Farfán no conoce las razones por las cuales estas frutas ayudan a paliar los terribles efectos de la enfermedad, como tampoco las conoce Lindt, pero sí sabe de su eficacia.

El problema era cómo conservar las propiedades de los zumos durante las largas travesías. Los españoles lo intentaron, envasando sin aire los zumos, los llamados “agrios”, o calentándolos al baño maría, si bien así se perdía bastante de la vitamina C que atesoran en fresco. Pero, aún así, se consiguió retrasar y, en ocasiones, si la travesía no se alargaba en exceso, hasta anular la aparición de la peste de las naos en muchas de estas travesías transoceánicas.

“..Para encarnar los dientes, y fortificarlos de la reuma…A los descuydados se les comen las enzias y se les descarnan los diètes, y se les hinchè de toua. Para quitarla, hagan esto, tomen media Lima ò media Naranja agra…”  Tratado breve de Mediçina, y de todas las enfermedades que a cada passo se ofrecen. Fray Agustín de Farfán.

Miguel F. Chicón Rodríguez  (Capitán de la marina mercante)

(Nacido en Tánger en 1960, sus vivencias personales a ambos lados del Estrecho, especialmente Algeciras, ciudad donde también residió, y las recurrentes travesías del Estrecho de Gibraltar realizadas siendo niño le dejaron un poso que le llevó a cursar, años más tarde, estudios de capitán de la marina mercante en Palma y Barcelona. Desde 1978 hasta 1994 navegó como oficial en buques petroleros; en barcos frigoríficos; como alférez de fragata en la Armada española, y al mando de buques de pasaje, tipo ferry y embarcaciones de alta velocidad. Por último, ejerció como jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Palma desde 1996 hasta 2022)

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