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19 abril 2024
19 abril 2024

Patricio González: QUIEREN CANCELAR LA CULTURA

En las últimas jornadas del año pasado superamos el Día de los Inocentes y ello nos sirve para percatarnos de lo difícil que resulta diferenciar una broma, una inocentada, de cualquier perogrullada que vociferen desde una falsa progresía. La alocada carrera hacia el esperpento, el más atolondrado buenismo y la bobería generalizada se acelera precipitadamente con el paso de los años.

Estos efluvios me hacen recordar a los fanáticos tarados de un centro ‘educativo’ de Massachusetts que prohibieron la enseñanza de la Odisea de Homero. La prohibición obedecía al carácter machista, violento, heteropatriarcal, y racista de la obra… No es para reír, es para llorar. Por primera vez en nuestra historia cultural se ha prohibido la Odisea de Homero, la obra que, junto a la Ilíada, la Eneida de Virgilio y los relatos de Hesíodo, constituían la inequívoca base sobre la que se cimentaba toda nuestro acervo cultural. Una herencia que ha influenciado el saber y el sentir de los hombres durante siglos.

Porque de esto precisamente se trata: de acabar con nuestras raíces, con nuestras tradiciones. Se multiplican los escritos de protesta, de multitud de colectivos, exigiendo la retirada de obras pictóricas, por adolecer de maneras excesivamente heteropatriarcales y sobre todo por «fomentar» la violencia de género. Pretenden que nos pasemos la vida pidiendo disculpas, por hechos históricos, por muestras culturales, que con sus luces y sombras son motivo de orgullo. Cada día aprietan más las tuercas de la intolerancia . Son individuos obsesionados con recortarnos las libertades más esenciales, porque sólo ellos saben lo que nos conviene y merecemos.

Una tal Susan McClary, que además de feminista radical es ‘musicóloga’, determinó hace décadas que la Novena Sinfonía de Beethoven inspiraba «la rabia de un violador impotente».

En el ámbito musical, quien junto con Wagner asume el mayor número de controversias y persecuciones es Beethoven porque la Quinta Sinfonía de Beethoven constituye un exponente de todo lo que, para ellos, es más detestable de la música clásica y de la cultura occidental. Las personas normales, que al parecer tienen otras prioridades y problemas, simplemente se sorprenden. Pero no lo olviden, esto va en aumento y cuando nos queramos dar cuenta, estaremos de rodillas pidiendo perdón por la Guerra de Troya. Todos lo reprobamos, algunos incluso se ríen, pero un día, a lo mejor, es demasiado tarde.

Esto no son excentricidades aisladas, como lo de las gallinas violadas o el pintar los semáforos de forma resiliente, es algo que se va apoderando de toda una sociedad. La cultura y el arte constituyen uno de nuestros supremos bienes, y tenemos que defenderlos y preservarlos, como legado del futuro, con sincero afecto. Cuanto menos, de forma tan contundente, con la misma vehemencia, como los que exigen represaliar a Virgilio, a Homero o a Beethoven por sus creaciones. La nave de nuestro acervo cultural se hunde y veremos cómo los que hoy callan hablarán. Veremos cómo los que hoy guardan silencio gritarán que ya decían ellos que todo esto era una locura y que nunca estuvieron de acuerdo. Dirán que se vieron obligados y será tarde.

Dejas de existir, si eres una voz realmente disonante. Deberíamos darnos cuenta, tomar conciencia de que al arte te aproxima para buscar, no para encontrar. Se trata de intentar aprender de los que son mejores que tú, más sabios, más inteligentes, más sensibles, han visto más, han pensado más, han viajado más y han trabajado más que tú. Y esto es maravilloso. Siempre dispuestos a sumar.

Posiblemente sea necesario vivificar el arte desde el respeto, desde la libertad que nos aporta cierto distanciamiento. El arte no es frivolidad, sino exquisitez en todos los sentidos. Es un compromiso con el individuo, una apuesta por la independencia, una defensa que no ha de verse como algo estético sino, sobre todo, como algo ético, si es que ambas cosas no constituyeran una única y firme realidad.

Solo intento que no nos arrebaten, tan gratuitamente, tantos bienes, tanta belleza, tanta grandiosidad. Estas son humildes líneas defensivas, frente a los pálidos enemigos de la vida, frente a los nuevos esquemas puritanos de la vacía modernidad. Bueno, me retiro a escuchar y ver, otra vez, el concierto de despedida de Serrat, antes de que algún mamarracho exija su prohibición.

Patricio González

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