Ancla: f. Instrumento de hierro formado por una barra de la que salen unos ganchos, que, unido a una cadena, se lanza al fondo del agua para sujetar la embarcación. Diccionario de la lengua española.
El origen del término ancla es la palabra griega ánkyra, que significa gancho o garfio y que, a su vez, deriva a la latina ancora. Tan antigua es la palabra como antiguo es el uso que, desde que el hombre empieza a navegar, le da al objeto usado para sujetar el barco al fondo. Las primeras anclas se trataban de rudimentarias piedras perforadas. Los romanos introdujeron ya elementos metálicos y, a medida que los buques evolucionaban, así evolucionaban las anclas que debían sujetarlos al lecho marino, hasta llegar a las anclas utilizadas hoy día, mucho más sofisticadas y pesadas.
Pero no vamos a hablar de los diferentes modelos de anclas que existen, ni de las maniobras de fondeo, por muy sugerentes que sean sus nombres: a la gira, a barbas de gato, a la entrante y a la vaciante, las dos por la proa… Tampoco describiremos cómo se deben afrontar las diferentes maniobras, los rumbos que se deben hacer, el número de grilletes que se deben filar para garantizar que la longitud de cadena o de cabo sea la apropiada y si ha hecho cabeza. Tampoco hablaremos de las diferentes calidades del tenedero, ni de la permanente vigilancia que se debe tener siempre durante la estancia en un fondeadero para comprobar que el buque no garree, ni de cómo levar el ancla o cómo aclarar la cadena si viene encepada. Ni si quiera hablaremos de la simbología del ancla, signo de esperanza y firmeza, de fuertes y profundos vínculos.
Hablaremos de cómo las anclas salvan barcos y, concretamente, de uno de esos salvamentos, que se llevó a cabo en Ibiza a principios del siglo XX. El doctor David Ribas i Ribas lo cuenta de manera excelsa en su artículo: “Conseqüencies d’un temporal esdevengut el febrer de 1914: l’encallament dels vapors Haavik i Nautik”. Aquí nos centraremos solo en la maniobra con las anclas.
Efectivamente, un fuerte temporal a finales del mes de febrero de 1914 hizo que dos buques que se encontraban en Ses Salines de Ibiza, el Haavik, cargando sal en La Canal y el Nautik, fondeado en espera de atraque en las proximidades, sufriesen sendos embarrancamientos. El Haavik en la misma playa y el Nautik (de 1897) en el Freu Petit. Los intentos por reflotarlos resultaron del todo infructuosos, incluso por empresas de salvamento extranjeras contratadas al efecto por los armadores de ambos buques, que incluso comisionaron remolcadores de gran potencia. Tras más de un año de trabajos, que incluyeron la voladura de varias rocas, los armadores deciden declarar la pérdida total constructiva. Los sucesivos temporales que se registraron durante todo ese año no hicieron sino encallar mucho más ambos buques, por lo que se decide desguazar en la misma playa el Haavik, muy dañado. El grupo de empresarios que compran el Nautik, sin embargo, decide seguir intentando su recuperación, a pesar de encontrarse seriamente encallado sobre roca. Contratan, entonces, una serie de profesionales, liderados por el mestre d’aixa ibicenco Josep Cardona (Pepe de Costura). Y aquí empieza la magia de las anclas.
En el inicio de sus trabajos, a principios de julio de 1915, Pepe de Costura dispone que se fondeen ambas anclas, pero no a pique, sino filando toda la longitud de las cadenas hacia popa, haciendo que llamen de spring, cada una por su banda. Cada día ordenaba que se virasen unos cuantos eslabones de cada cadena, mientras a bordo dirigía las operaciones de encajonadura de la gran vía de agua que sufría el barco mediante la disposición de tracas de madera, bien calafateadas y apuntaladas contra las zonas internas del propio buque. De tal forma fue virando las cadenas que, cada día, estas iban trabajando más. Al principio las cadenas estaban casi a pique, pero a medida que se iban virando brazas, estas llamaban más de spring y se iban tensando. Y sucedió lo que no habían conseguido potentes remolcadores ni vapores. El día 1 de septiembre de 1915, un año y medio después de su embarrancamiento, al virar de ambas cadenas, y con ayuda de un ligero golpe de mar de lleveig, el Nautik se deslizó suavemente hacia el centro del fondeadero de Ses Salines, quedando a flote. Inmediatamente se le remolcó hasta Ibiza, donde quedó varado en la playa de Los Duros (hoy inexistente) para su reparación de fortuna. Posteriormente fue remolcado hasta Barcelona, donde fue reparado. El Nautik tuvo una larga vida y siguió navegando hasta 1960, año en que fue desguazado en Bilbao.
“…Like a ship without an anchor, like a slave without a chain…” Goodbye Stranger. Supertramp. Rick Davies in memoriam.
Miguel F. Chicón Rodríguez (Capitán de la marina mercante)
(Nacido en Tánger en 1960, sus vivencias personales a ambos lados del Estrecho, especialmente Algeciras, ciudad donde también residió, y las recurrentes travesías del Estrecho de Gibraltar realizadas siendo niño le dejaron un poso que le llevó a cursar, años más tarde, estudios de capitán de la marina mercante en Palma y Barcelona. Desde 1978 hasta 1994 navegó como oficial en buques petroleros; en barcos frigoríficos; como alférez de fragata en la Armada española, y al mando de buques de pasaje, tipo ferry y embarcaciones de alta velocidad. Por último, ejerció como jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Palma desde 1996 hasta 2022)