Hace ya un año más o menos mirábamos a China como un sitio muy lejano y, encima, los mensajes que enviaban eran totalmente contradictorios. Nos enseñaban lo que ellos querían, por ejemplo, la construcción de un hospital de dimensiones gigantescas en quince días. Pero, al mismo tiempo, también nos decían que se habían contagiado miles de personas. Sin embargo, el porcentaje de muertes era relativamente pequeño. Era como una gripe.
Aquí en España, al estar tan lejos China, el problema se minimizaba. No sabíamos o no nos dijeron que la que nos caía encima iba a cambiar nuestras vidas de arriba a abajo.
Todos pedían tranquilidad, desde Fernando Simón que decía que se trataba de “una pandemia de miedo pero no de virus” o que tendríamos “uno o dos casos a lo sumo”. Un listo de La Sexta (Antonio Maestre) que sale a diario en el programa de Ferreras, llegó a decir que era más probable morir atropellado porque se nos moviera la mascarilla y nos tapara los ojos que por el propio coronavirus. Otros directamente negaban el virus. Criterios científicos nos decían ( como las elecciones en Cataluña).
Y hubo hasta quien se llevó un contagiado a su programa de televisión. Tenía que ser ese pseudointelectual llamado Risto Mejide en un programa que daba vergüenza ajena verlo por televisión. Ahora, ese Risto Mejide nos da lecciones de civismo y de responsabilidad todos los días.
Por eso, después de más de 80.000 muertos, sería bueno ir a las hemerotecas para ver todo lo que nos han venido diciendo, desde las mismas mascarillas hasta los diversos medicamentos que eran capaces de parar el coronavirus o los laboratorios como ROVI que iban a producir la vacuna MODERNA para todo el mundo excepto EE.UU. Se decían las noticias y a los dos días desaparecían.
A todos ellos les recuerdo que solo hoy tenemos trescientos treinta y siete muertos en las últimas veinticuatro horas.
