Ya vuelve a escucharse ruido en las calles. Esto es una de las muestras de que estamos reconquistando aquella normalidad que teníamos o parte de ella. La duda es si este cambio es positivo o es negativo. Depende de cada uno.
Durante el confinamiento nos dimos cuenta de cuánto ruido nos rodeaba antes de la pandemia y ahora, cuando nos estamos desconfinando también nos damos cuenta de lo bien que se vivía sin tanto sonido procedente de la calle. Porque ese silencio quieto, casi eterno de las calles desérticas quizás fue una de las mejores sensaciones que nos dejó esta etapa tan extraña como inesperada que hemos padecido.
No hace tanto, en las semanas más duras del confinamiento, por las mañanas apenas había gente y sólo pasaban unos pocos vehículos de reparto y los paseadores con perros. Por la tarde el silencio era tan grande que nos explicaba él mismo lo que ocurría . Después, minutos de aplauso . Y ya por la noche llegábamos al éxtasis de la calma, porque ni se oía ni se veía nada.
¿Lo recuerdan? Hay que hacer un esfuerzo para trasladarse mentalmente a aquellos días sin ruido. Creo que casi lo hemos olvidado porque era una sensación que no podíamos describir con palabras, como si fuera parte de un sueño. Sólo las sirenas de las ambulancias, convertidas en fatales promesas de contagios y tristezas, quebraban esa paz apocalíptica.
Ahora el bullicio, la prisa constante, es otra vez imparable. Han regresado con fuerza los ruidos de la calle. Esos coches. Esas obras del edificio que los vecinos han retomado. Esos gritos y esas risas que salen de las terrazas. Esas sirenas que siguen sonando porque los pacientes de otras dolencias no se han evaporado.
Del otro ruido, ese que procede del Congreso y que se refleja en las noticias, ya hemos hablado demasiado en diferentes artículos anteriores. Y sólo cabe añadir que cada día suena más fuerte pero también que cada día lo escuchamos menos porque nos repele.
Volvemos a estar rodeados de sonidos que nos desquician o nos alegran, según el momento. Las músicas salen disparadas desde bares, comercios y ventanas. También han vuelto quienes se protegen del ruido , personas que se refugian bajo lo que suena en sus auriculares. Entre otras cosas querrán huir del sonido de los niños que otros disfrutamos, porque ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos.
De alguna manera, la vida vuelve a escucharse como antes. Otra cosa es que nos guste cómo suena. Y siguen congelados por el Gobierno el número de muertos.
