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18 mayo 2024
18 mayo 2024

EL NAUFRAGIO DEL GALEÓN SAN FELIPE (M. CHICÓN)

“…de un betumen que aprendieron dellos, à que llaman La pez, que se haze de cal y azeyte de pescado, y del uname viejo muy picado que le ponen entre el costado de las naos…”

A finales del siglo XVI, la construcción naval de galeones para la Carrera del Pacífico ya se había desarrollado mucho en Filipinas. La gran calidad de las maderas de estas islas había hecho que se demandasen maestros para la construcción de galeones que, una vez en Filipinas, los construían cada vez de mayor tamaño y de mejor calidad que los construidos en Nueva España, además de usarse técnicas aprendidas en la zona. El galeón San Felipe terminó de construirse en 1590 en Pintados, con algo más de 32 metros de eslora y 10 de manga.

A mediados de julio de 1597, según narra Andrés de Saucola, sobrecargado con una valiosa carga,  mal aviado y ya tarde para emprender el Tornaviaje a Acapulco por haber empezado la temporada fuerte de tifones, parte de Manila el galeón San Felipe, con doscientas treinta y tres personas a bordo, entre los que se encuentran varios religiosos dominicos, agustinos y franciscanos, bajo el mando del capitán Matías de Landecho.

Además de haber partido tarde, han de esperar en Ticao varios días la llegada del despacho del gobernador. Cuando lo reciben, salen raudos hacia el nordeste, siguiendo las indicaciones del Tornaviaje, según las cuales se han de aprovechar las condiciones favorables de los vientos y de la corriente de Kuro Shio.

Pero la temporada de tifones está en pleno apogeo y, al llegar a la altura de los 34º N, en la segunda quincena de septiembre, una furiosa tormenta los golpea. Los golpes de mar son tan violentos que barren la cubierta, encapillando las olas por encima del combés. Uno de los golpes de mar arroja por la borda a quince personas, ahogándose seis de ellas, además de arrancar la bitácora, el timón y el fogón. Las jarcias del árbol mayor y de la mesana han de cortarse para evitar la zozobra de la nao y se pierden ambos palos. Las bombas de achique han de ser constantemente accionadas, se hace echazón de parte de la carga, y todos se confiesan y se encomiendan a Dios. Milagrosamente, y a pesar de estar todos heridos y golpeados, el temporal amaina y el capitán y el piloto deciden aparejar como timón de fortuna un mastelero, no para seguir viaje o volver a Manila, sino para arribar al Japón, que es la tierra más cercana y donde esperan ser bien recibidos.

Pocos días más tarde, ya próximos al Japón, un segundo tifón vuelve a castigarles. Para garantizar la flotabilidad, siguen accionando las bombas de achique y haciendo echazón de carga y pertenencias. Los tiburones acechan al galeón y se abalanzan sobre los objetos lanzados a la mar, con gran pavor de los pasajeros. Pero la calma vuelve y ya se ven algo más a salvo, al haber divisado tierra.

Un tercer tifón les golpea de nuevo durante cinco interminables días. La actividad de las bombas de achique es permanente, el gobierno de la nave es harto difícil con el aparejo improvisado como timón y solo con el trinquete como vela útil. Todos temen que las olas los hagan estrellarse contra las rocas. De hecho, ya han buscado alguna tablazón o tonel al cual asirse si la nave encalla o la mar la destroza.

El tercer tifón amaina y el galeón puede ser gobernado hacia tierra. Ya a mediados de octubre algunos pescadores salen a su encuentro y les dicen que se encuentran cerca de una buena bahía, Tosa, donde hay abrigo y pueden aprovisionarse de arroz, pero los vientos hacen que se alejen de tierra, para su desesperación. A pesar de ello, tras varios días más de penurias, son capaces de acercarse a la costa de nuevo y ser remolcados por más de doscientas embarcaciones locales, llegando a la barra de entrada, donde el galeón encalla y se parte, pero en calma chicha, lo que hace que el desembarque de todos los ocupantes y la carga pueda hacerse con éxito, considerándolo milagroso. Otra historia será la que corran posteriormente los mártires de Nagasaki.

“…despues en lugar de brea tornan à cubrir el aforro nuevo con el mesmo betumen, que es tan provechoso al tablado, que no entre jamas gusano en el, y haze se en poco tiempo con el agua, tan duro como piedra; y con esto les duran a los Chinos mucho tiempo sus navíos…”

Miguel F. Chicón Rodríguez  (Capitán de la marina mercante)

(Nacido en Tánger en 1960, sus vivencias personales a ambos lados del Estrecho, especialmente Algeciras, ciudad donde también residió, y las recurrentes travesías del Estrecho de Gibraltar realizadas siendo niño le dejaron un poso que le llevó a cursar, años más tarde, estudios de capitán de la marina mercante en Palma y Barcelona. Desde 1978 hasta 1994 navegó como oficial en buques petroleros; en barcos frigoríficos; como alférez de fragata en la Armada española, y al mando de buques de pasaje, tipo ferry y embarcaciones de alta velocidad. Por último, ejerció como jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Palma desde 1996 hasta 2022)

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2 comentarios

  1. Muy interesante como siempre Miguel. Gracias por mostrarnos estas situaciones. Gracias. Qué personas! Qué valor! Un abrazo.

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