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25 abril 2024
25 abril 2024

La opinión de Patricio: CUANDO YA NO QUEDAN PALABRAS

Hoy es Jueves Santos. Intento escribir a diario en este periodo de confinamiento. Leo todo lo que puedo, veo los informativos de radio y televisión y hago un ejercicio de observación. Pero también esto supone un gran desgaste en lo personal. Por eso digo que ya no quedan palabras. Y aunque procuro encontrar nuevos adjetivos para calificar lo que estamos padeciendo (15.238 fallecidos), no siempre soy capaz de conseguirlo.

Pero, aunque se disponga de diccionarios y de un Google, llega un momento en el que los adjetivos no llegan más allá, superados por la realidad brutal, por ese dolor en el alma que supone la muerte de tanta gente, por los enfermos, por sus familiares que no pueden siquiera verlos, y no digamos abrazarlos en una última despedida.

Me resulta imposible encontrar la frase adecuada para poder definir todas esas lágrimas que vierten a diario miles y miles de personas. Porque no es cierto que a fuerza de leer cifras de fallecidos, mi mirada o mis ojos se enfríen. Lo que pasa es que busco palabras que ya no encuentro porque ya se han dicho todas. No quedan palabras. No hay adjetivos. Solo el silencio más terrible, el que nace de la pérdida que nos golpea brutalmente como una bala recibida en el vientre, que te condena a una muerte lenta y agónica, dolorosísima, si no recibes auxilio rápidamente.

Es la misma sensación de desesperación, de impotencia que cuando te encuentras en un funeral y solo te vienen a la cabeza las mismas expresiones tópicas, como decir que lo sientes mucho o que acompañas en el sentimiento a los familiares. No es consuelo. Supongo que esto mismo le ocurrirá a mucha gente, quizás a ti mismo que me estás leyendo. Y sin embargo, ¡Cuántos entierros aún no celebrados requerirán de nuestra parte unas palabras o un gesto que sirvan para demostrar a los que quedan que estamos con ellos, que sentimos su dolor como propio!

Es lo terrible de la vida. Cuando más falta me hace saber expresarme no sé qué decir. Por eso, me parece fenomenal esa propuesta que le he leído a mi amigo Abel Fernández Benito, en la que nos habla de la cantidad de lazos que se ponen por diferentes conmemoraciones, pero que le sorprende que no se pongan lazos negros por los 15.238 muertos que tenemos en nuestras almas y los que todavía nos quedan por ver. No hablando desde una postura de partidos políticos, sino desde el corazón, por esas familias y personas que se han ido en tan poco tiempo. D.E.P.

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