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9 mayo 2024
9 mayo 2024

Patricio González: SIN GLUTEN Y SIN LACTOSA

Creo que es el letrero de moda desde hace no sé cuánto tiempo. Para mí eso es nuevo, yo no recuerdo que cuando era niño hubiera tanta insistencia con este asunto, vaya, es que yo no sabía ni lo que era el gluten ni la lactosa. Ni eso ni otros ingredientes que ahora son dañinos, como el aceite de palma. Dolores abdominales, diarreas, náuseas, cólicos, hinchazón o gases, efectos de la intolerancia a la lactosa.

Hasta el 80% de la población mundial sufre intolerancia a la lactosa en mayor o menor grado. No sabía yo nada de eso, no recuerdo a nadie de mi entorno infantil que me dijera yo es que soy intolerante a la lactosa, a lo peor es que eso no se sabía entonces, pero es que tampoco me acuerdo de haber conocido a nadie que tuviera esos síntomas allá por los años 60 que es cuando correteaba por mi barriada de la Banda del Río.

Por todas partes –publicidad callejera, secciones especializadas en los medios, carteles en las consultas médicas- leo que este o aquel alimento carecen de lactosa y, además, afirmaciones o consejos de todos los colores como que las personas mayores no tomemos leche. Lo de la lactosa resulta que ha estado ahí siempre –desde la prehistoria- y yo sin enterarme hasta ahora, en mi último tercio de vida . Resulta que hace más de 10.000 años empezamos a domesticar cabras y otros animales que dan leche, pero no toda la población del planeta lo hizo. Quienes empezaron, ya de adultos, a beber leche de estos animales se adaptaron a la lactosa mientras que los que no se alimentaron así no toleraban el azúcar de la leche.

Digo yo que la gente de mi barriada y en general de mis tiempos debían proceder de los bebedores de leche prehistóricos. Repito: a mi alrededor no había cagones ni dolores abdominales. Gases sí, pero eso es más normal, lo que no es normal es carecer de ellos.

Lo que hemos tomado toda la vida es leche materna que además servía de anticonceptivo prehistórico e histórico: mientras más mamones éramos más evitaba la suministradora quedarse de nuevo embarazada al tener menos probabilidades de ovular. Cuando el humano ideó el calentamiento y ablandamiento de algunas semillas con las que alimentaba a los bebés y la mujer dejaba la lactancia antes para dedicarse a tareas agrícolas, el número de embarazos aumentó y por tanto la población también. Entonces la tierra se agotaba y había que ir a buscar otra que fuera fértil, pero, como en el lugar adonde se llegaba había otro personal currando, ya la teníamos montada: follón y confrontación. Llevamos toda la vida dándonos leches con la leche de por medio. Ahora hemos eliminado la lactosa de la leche para que no se nos ponga mala la tripita, por eso he escrito este artículo sin mala leche. Por consiguiente, es un artículo sin lactosa.

 

Patricio González

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