“Del latín vulgar timone, acusativo de timonis, es la pieza articulada, sea de madera, metálica u otro material resistente, situada a popa de la embarcación, que sirve para dirigirla o controlar el rumbo.”
Después de los episodios anteriores, en los que hemos hablado de esas grandes gestas llevadas a cabo en duras condiciones de mar, atravesando la inmensidad del océano, enfrentándose a temporales y a la incertidumbre de lo desconocido, no estaría de más darle un pequeño homenaje a lo que supuso, tal vez, la revolución que permitió llevar a cabo tales travesías con un mínimo de garantía. No es otra cosa que la evolución del gran remo o remos de gobierno a la del timón de codaste o axial. Los grandes remos se usaban como timón lateral para gobernar las galeras, las naves vikingas y casi todas las embarcaciones conocidas desde épocas remotas. Se ubicaban en los costados de las naves, y el diseño de las popas estaba pensado para ello. Sin embargo, el timón de codaste es una prolongación de la quilla del barco, en el codaste. Básicamente, en las cocas, carabelas, galeones y barcos de la época, su diseño era rectangular o trapezoidal en la parte sumergida, y, en la parte superior, más estrecha, se encajaba una larga caña que penetraba en el interior del casco a través de una abertura, la limera, en la base de la bovedilla.
Su origen es incierto, si bien parece ser que ya había embarcaciones chinas y árabes de gran tamaño que lo usaban antes de su incorporación a las naos europeas. Sea como fuere, la necesidad de poder navegar con mayores garantías y no solo con vientos portantes, hace que los buques vayan ganando en tamaño, su franco bordo sea más alto y el aparejo permita navegar de través e, incluso, en ceñida. Se tiene constancia de que las cocas hanseáticas los empiezan a incorporar en torno al siglo XII, lo que permite mejorar el gobierno de los barcos. Y de las cocas derivan las embarcaciones como las carabelas y los galeones.
Pero la incorporación del timón de codaste o axial supuso una revolución en la construcción naval, ya que se hubo de modificar completamente las formas de las popas y los codastes de las embarcaciones para poder acoplar el timón, mediante bisagras, como continuación de la quilla, a la par que se abría una entrada lo suficientemente amplia para poder conectar la pala del timón a la caña, que era lo que manejaba el timonel. Se manejaba por uno o varios hombres, que no tenían vista al exterior, por lo que debían obedecer las órdenes que les llegaban desde la cubierta superior, desde donde se podía divisar el horizonte o la costa, o bien con el compás. Es evidente que todavía no se ha desarrollado la rueda del timón, esa imagen tan clásica que identifica a los barcos y los marinos. La trasmisión es directa y se necesita mucha fuerza para gobernar las naves. Además, si deseamos que el barco caiga a estribor debemos meter la caña a babor para que la pala gire a estribor y viceversa.
Pero la revolución ya ha cuajado y se siguen desarrollando innovaciones tecnológicas que facilitan el gobierno de las naves. Para poder manejar el timón desde cubiertas superiores, desde donde el timonel ya puede ver las velas y el exterior, se idea el pinzote, que es un palo vertical que sale hasta cubierta y que, conectado a la caña y girando sobre un soporte, a modo de palanca, permite mover y hacer girar el timón varios grados, haciendo posible su gobierno. Mediante el pinzote los movimientos son directos. Si se mueve el pinzote a estribor, la caña gira a babor y la pala del timón a estribor, cayendo el barco a estribor. Para moverla también hacen falta muchos brazos, sobre todo cuando el viento arrecia y la mar engorda. Con estas innovaciones tecnológicas que revolucionaron el gobierno de las naves, se afrontaron esas travesías. Aún faltaba tiempo para la llegada de la rueda.
PINZOTE. s. m. Term. naut. Madero, cuyo extremo está enganchado en la cabeza de la caña del timón, y cala desde esta a la cubierta, teniendo al otro extremo guarnidos dos palanquínes, para gobernar el navío con su timón. “Fue tal la fuerza de los vientos y de los mares, que se nos quebró el pinzote, con grandíssimo peligro de hundirse el navío.”
Miguel F. Chicón Rodríguez (Capitán de la marina mercante)
(Nacido en Tánger en 1960, sus vivencias personales a ambos lados del Estrecho, especialmente Algeciras, ciudad donde también residió, y las recurrentes travesías del Estrecho de Gibraltar realizadas siendo niño le dejaron un poso que le llevó a cursar, años más tarde, estudios de capitán de la marina mercante en Palma y Barcelona. Desde 1978 hasta 1994 navegó como oficial en buques petroleros; en barcos frigoríficos; como alférez de fragata en la Armada española, y al mando de buques de pasaje, tipo ferry y embarcaciones de alta velocidad. Por último, ejerció como jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Palma desde 1996 hasta 2022)