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29 abril 2024
29 abril 2024

LA PACOTILLA (M. CHICÓN)

*Pacotilla: Porción de géneros que los marineros u oficiales de un barco pueden embarcar por su cuenta libres de flete (Definición de la la RAE)

El ingente tráfico de buques que se genera en la Carrera de Indias y en la del Pacífico exige una exhaustiva organización. La Casa de Contratación es la que, a través de sus minuciosas ordenanzas, da forma a todo un sistema que controla hasta el más mínimo detalle de cuanto pueda acontecer, no ya a bordo de los barcos, sino durante todo el proceso previo, la cualificación de las tripulaciones, el aprovisionamiento, los fletes, las cargas y la posterior arribada. Todo debe ser anotado y recogido en los libros. De todo han de dar cuenta las tripulaciones. Y todo ha de ser inspeccionado por los funcionarios de la Casa de Contratación.

Pero para los tripulantes, embarcar en un buque significa mucho más que desempeñar un simple trabajo. Significa separarse de sus familias, vivir en un medio en el que acechan infinidad de peligros: las tormentas, los asaltos de enemigos pero, sobre todo, las enfermedades que pueden afectar a tripulantes y pasajeros, hacen que las personas que deciden embarcarse tengan más in mente lo que dejan atrás, precisamente por el desarraigo al separarse de sus familiares, amigos y lugares de origen. Y esto se evidencia en los cientos de Autos de Bienes de Difuntos archivados.

El origen de la mayor parte de estos tripulantes lo encontramos principalmente en las zonas de España vinculadas a la mar (Andalucía, Galicia, País Vasco). Muchos de ellos embarcan con familiares y amigos. Marineros que embarcan con sus hijos de pajes, primos, hermanos, tíos. De esta forman evitan el desarraigo y se dan apoyo mutuo, aparte de ayudar los veteranos a la formación de los jóvenes, siguiendo la tradición familiar. Pero también se enrolan, a cambio de un sueldo mayor que el de la soldadesca en tierra, personas de las más diversas nacionalidades: portugueses, griegos, napolitanos, franceses, alemanes, belgas, chipriotas e ingleses. Cuatro escudos al mes o ciento dos escudos por viaje de ida y vuelta a América para un marinero, o ciento veintiocho para un artillero, aparte de las raciones diarias: un buen sueldo en definitiva. Sueldo que era reclamado por las viudas apelando a su frágil condición económica tras la pérdida de sus maridos. La viuda del marinero Gabriel Morel reclama: “…por ser como soy muy pobre y con hijos los cuales tengo enfermos, y pasando, yo y ellos, mucha necesidad, a Vuestra Señoría Pido y Suplico se me pague lo que pareciere debérsele al dicho mi marido…”

Aparte del sueldo, a todos se les permite llevar la pacotilla, con la que complementan su sueldo. Esta pacotilla se hace en ambos sentidos del viaje. Desde España se llevan libros, sobre todo religiosos, rosarios, medallas, agnus deis, vidrios de colores, agujas, botones, espejos, cintas, peines, cordones y telas. Desde América o Asia se traen manojos de tabaco, añil, rasos y paños de China, cajas de cacao, panes de azúcar, pimienta o papagayos.

Pero, ante la muerte, todos quieren morir como buenos cristianos y encomendar su alma a Dios. Por ello, cuando se encuentran muy enfermos, llaman al escribano y al capellán de a bordo. El escribano, provisto de papel y tinta, registra las disposiciones materiales y espirituales del enfermo; el capellán confiesa y administra los santos sacramentos. Todos los documentos redactados en la mar señalan el profundo deseo de expresarse ante Dios y la muerte. Muchos de ellos manifiestan, aún a sabiendas de la imposibilidad de llevarlo a cabo, la voluntad de ser sepultados en su parroquia, que no es más que su deseo de formar parte de la comunidad de cristianos a la que pertenecen. Y de que sus pertenencias, por escasas que sean, pasen a su viuda o familia. En definitiva, en esas zonas tan alejadas de sus lugares de origen es cuando más profesan su arraigo a los mismos, sobre todo cuando perciben que la muerte no tardará en llamarles. Y aunque verdaderamente lo sepan, pocos son los que manifiestan ser conscientes de que acabarán siendo enterrados en la profunda oscuridad de las aguas…

“…mando que cuando mi alma se arranque de las carnes, mi cuerpo muriendo en la mar sea echado a ella…” Testamento del marinero Antonio Hernández.

Miguel F. Chicón Rodríguez  (Capitán de la marina mercante)

(Nacido en Tánger en 1960, sus vivencias personales a ambos lados del Estrecho, especialmente Algeciras, ciudad donde también residió, y las recurrentes travesías del Estrecho de Gibraltar realizadas siendo niño le dejaron un poso que le llevó a cursar, años más tarde, estudios de capitán de la marina mercante en Palma y Barcelona. Desde 1978 hasta 1994 navegó como oficial en buques petroleros; en barcos frigoríficos; como alférez de fragata en la Armada española, y al mando de buques de pasaje, tipo ferry y embarcaciones de alta velocidad. Por último, ejerció como jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Palma desde 1996 hasta 2022)

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Un comentario

  1. Como siempre, tus amenos escritos nos ayudan a extender nuestros conocimientos. Muchas gracias

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